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18 jun 2010

El primer Cura: Lisímaco Lareu


Autor Rafael Duque Naranjo


El 12 de Enero de 1908, los entonces vecinos de San Luís: Eliseo Muñoz, Ignacio A. Torres, Pedro Betancourt, Jesús María Osorio, Rafael Naranjo, Faustino León, Anselmo Quintero, Carlos Ceballos, David Granada, José Joaquín León y Luís María Peláez; por medio de una carta que enviaron al Padre Lisímaco Lareu manifiestan “Que según boleta del señor Abrahám Cárdenas nos dice que usted vendrá pronto y queremos saberlo para salir a encontrarlo con todo el pueblo”.


El presbítero llegó a San Luís desde Tulúa y nos cuenta que:

“Cuando el único camino de entonces para llegar era el de Zarzal y a caballo, y desde allí atravesando a Vallejuelo, Don Abrahám sacó un litro repleto de un menjurje amarillento y me dijo que me metiera un doble porque pronto estaríamos en tierra fría. Tomé el frasco y con poca gana me tome un trago. Mi pobre humanidad no acostumbrada a semejantes bebedizos torció el ceño, cerró los ojos por los ardores del bebedizo que no era del sudor de las uvas ni del anís sino una terrible fermentación con cabuya, hojas de guamo y cordón de fraile”.


“Llegamos al Manzanillo a una casucha sobre tapias amarillas donde nos dieron claro con panela y nos dijeron: Si no apuran les cogerá la noche en las montañas donde está el tigre que se las pela. A las seis de la noche pasamos por unos guaduales y como al frente estaba el cementerio repleto de cruces, dije: Aquí como que todos se han muerto… No, padre, contestó don Abrahám, esas son cosas del Corregidor que ha ordenado, bajo multa, que cada vecino clave una cruz en el cementerio.”


Efectivamente, el Padre Lareu llegó el 28 de Enero de 1908 para regir nuestros destinos espirituales y en medio de la complacencia general, inició desde el púlpito de una rústica capilla, sus arengas juveniles y vigorosas invitando a las gentes a trabajar por el bienestar general.


Por la época, el cura párroco era la figura más importante de la población y había un corneta veterano de la Guerra de los Mil Días, Rafael Loaiza, que convocaba a las reuniones y los convites, y no faltaban las mujeres con sus natillas, buñuelos, chicha y demás productos que infundían el ánimo en todos los pobladores. Ya para diciembre de 1909 se colocaron las campanas para llamar a los fieles y la capilla fue tomando forma y espacio suficiente.


Nuestro primer párroco también hizo incursiones por la selva en busca de guacas y minas. Sostuvo con Don Jesús López un pleito sobre la propiedad de la salina de “El Silencio” y andaba siempre en compañía de su abogado Abrahám Cárdena, oriundo y residente de Tulúa.


El Padre Lareu era amante de la cacería y de trasegar por las trochas y hasta organizó escuadrones para la defensa de la aldea, pues en alguna ocasión, a los conservadores se les ocurrió decirle al padre que los liberales de Palomino iban a tomarse el pueblo a sangre y fuego. De todas maneras los liberales nunca se tomaron el villorrio.


Los liberales no miraron al padre con el mismo sentimiento de aprecio, consideración y respeto de los primeros tiempos. Lo acusaban de tomar parte activa en las actividades conservadoras y sostenían que llevaba siempre al cinto, debajo de la sotana, una peinilla que llamaba “La pico de plata”.


De pronto el Ordinario Diocesano, preocupado por la intervención en política del párroco, ordenó su retiro el 18 de julio de 1913. El Padre Lareu tuvo que abandonar su casa de habitación en plena plaza principal y un fundo en La Paila, después denominado hacienda “Mercedes”, conocido entonces con el nombre de “La Cueva”.


Liberales y Conservadores

Las tendencias antagónicas de la lucha política no podían faltar en el naciente corregimiento y los primeros militantes del partido liberal se constituyeron en la zapatería de Jesús Orozco. Allí se hicieron presentes Simón Sepúlveda, Manuel, Arturo y Servando Rincón, Jesús María Young, Gonzalo Arias, Víctor y José Jesús Quintero, Antonio José Ossa, Ignacio A. Torres, Marco Tulio Velásquez, Ramón Cárdenas, Wenceslao Vallejo, Hipólito Mejía, Lázaro Henao, Jesús Osorio, Francisco Ceballos y Rafael Hoyos.


De otra parte, el partido conservador lo formaban los señores Pompilio Ceballos, Carlos y Arcenio Ceballos, Manuel Ramírez, Mariano Giraldo, Genaro Raigosa, Martiniano Gómez y Arcadio Valencia. Todos ellos estaban aglutinados bajo las órdenes de Don Pompilio quien convocaba a sus partidarios con las respectivas precauciones dadas las discordias de la agitación banderiza y las agitadas y agresivas campañas electorales de posguerra de los Mil Días.


Genaro, el Sacristán billarista.

Al Padre Lareu lo reemplazo el Presbítero Marco Tulio Villegas, anterior cura de Versalles, de origen antioqueño, también acostumbrado como los curas de los pueblos en formación a trabajar por el progreso. El Padre Villegas nombró sacristán a Genaro Raigosa, a quien conocimos por muchos años, hasta en la nueva iglesia de arquitectura gótica, jalando con rejos el repique de las campanas.


Según don Pedro Emilio Gil: “A Genaro le encantaba jugar al billar y por aquellos tiempos acostumbraban el toque de las ánimas a las ocho de la noche; y las gentes decían que cuando Genaro estaba muy ansioso de irse a jugar, el toque de las ocho era a las siete, o cuando llegaba la hora del toque y estaba jugando un chico de billar, el toque de las ocho era a las nueve.”


Espere próxima entrega…

rafaelduquenaranjo@yahoo.es