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18 jun 2010

El Padre Camacho, valluno y conservador de Zarzal, se la montó a los pobladores antioqueños.


Autor Rafael Duque Naranjo

El Padre Camacho llegó en mayo de 1914, oriundo de Zarzal, dedicado con esmero al manejo y la inversión de los fondos eclesiásticos, construyó cuatro casas de habitación pero él residía habitualmente en la casa cural y fue un sacerdote que inicialmente se dedicó al cuidado de los feligreses pero en el transcurso de su ejercicio sacerdotal las emprendió contra los pobladores antioqueños e inició una controversia política y administrativa al lado del partido conservador.


Todo esto produce una purga de antioqueños en los puestos públicos y la situación se agrava cuando el presidente del Concejo Don Carlos Ceballos en sangriento duelo por discusiones políticas da muerte a su sobrino José Jesús Quintero. Hay un vuelco completo en la administración municipal y el gobernador cambia el alcalde antioqueño Pompilio Ceballos por uno vallecaucano, Gabriel Salcedo, año de 1915.


Para las elecciones de 1917, se divide el partido conservador y el Padre Camacho busca una alianza con los liberales pero éstos no aceptan sus propuestas. Viene el debate electoral y triunfa la lista del Padre Camacho quien abiertamente dice: “Derrotamos a la trinca del Cacique”, es decir, al grupo antioqueño que dirige Pompilio Ceballos.


Los liberales miran con simpatía la división conservadora pero se inclinan al grupo antioqueño. Los vallecaucanos cogen la sartén por el mango y se toman los cargos de alcalde, Gabriel Salcedo; tesorero, notario; cura, el propio Camacho; telegrafista y administrador de correos, director de la escuela e inspector de policía. Los pobladores antioqueños y sus descendientes consideran infames explotadores de sus esfuerzos creadores a los vallecaucanos. El Padre Camacho se sintió más firme que nunca.


Disturbios y Tragedia

Los disturbios desembocaron en la tragedia del 3 de Julio de 1918 que trascendió departamentalmente y aumentó el sentimiento sevillano contra los intrusos “forasteros” vallecaucanos.


Don Juan Pablo Ruiz tenía una tenería en “El Popal” y producía pieles. Trabajaban con él sus cuñados Enrique y Eleuterio Uribe, antioqueños y arrieros con bestias de carga para comercializar las pieles; y Teodomiro Castillo, caucano y negociante en el mismo ramo de las pieles, mantenían en el ajetreo de los negocios altercados permanentes. En la mañana de aquel día, los hermanos Uribe cargaron las bestias, que arriaría Enrique con destino a Tulúa y Teodomiro, pasando a caballo, le gritó a Enrique que en el camino se encontrarían.


En efecto, Castillo le madrugó a Uribe y lo esperó para “paviarlo” en el Alto de Tesorito y cuando Uribe pasaba desprevenidamente con sus mulas, Teodomiro le hizo varios tiros, Uribe cayó al suelo y simuló estar muerto. Teodomiro salió de su escondite y “comenzó a arrastrarle quien sabe con qué fines, pero en esto Uribe que estaba apenas herido, se levantó y desenfundó su machete volviendo trizas a Castillo y propinándole diez y siete machetazos”.


Al pueblo llegó la primera noticia de la muerte de Uribe y la colonia antioqueña se reunió enardecida en la casa de Don Juan Pablo Ruiz dando gritos de… “Abajo el Alcalde Valluno”, “Abajo los Vallecaucanos”. Los empleados públicos, caucanos en su totalidad, cerraron las oficinas y se escondieron, menos Querubín Zapata, mensajero de la telegrafía, que era el único empleado de origen antioqueño. Los maestros hicieron otro tanto, soltaron los niños para sus casas y cerraron las escuelas. Un grupo numeroso encabezado por el alcalde salió al lugar de los acontecimientos y en el camino se percató que el muerto era Castillo y que Uribe a quien creían en la otra vida apenas estaba ligeramente herido.


Los “notables” de Sevilla a la cárcel “por sedición”

Dada la malquerencia, las autoridades locales “vallecaucanas” apresaron “por sedición” a muchos “antioqueños” notables y fueron despachados para la cárcel de Cali personajes como Don Luis J. Echeverri, autor de la música del Himno a Sevilla y director del periódico “Eco de Sevilla”; Juan Pablo Ruiz, Luis A. Saldarriaga, Eduardo Franco, Teodosio Naranjo, José Maria Torres, Isidro Arias, Eleuterio Uribe y otros. Al pasar los detenidos por Andalucía (Valle), pueblo del difunto Castillo, fueron agredidos e insultados llegando hasta temerse por sus vidas.

Según el cronista Pedro Emilio Gil, el paso de la caravana de presos por Bugalagrande, Andalucía y la llegada a Tulúa fue motivo de improperios. Las gentes se aglomeraban para conocer a los “asesinos de Sevilla”.


Lo anterior caldeó los ánimos ciudadanos hasta el hecho de que casi la totalidad de “vallecaucanos” empezaron a salir de Sevilla, inclusive las autoridades, quedando la administración totalmente bajo cuidado de los antioqueños. Fue nombrado alcalde Don Manuel Baena en reemplazo de Rodolfo Salcedo. Don Carlos Ossa, Tesorero y Don Gabriel Alzate, telegrafista administrador de Correos. El cura párroco Ángel María Camacho fue reemplazado por el Padre Alfonso Zawadski; éste sí, liberal y periodista copropietario del diario “Relator” de Cali, fundador también en Sevilla de la Tipografía Sevillana y del periódico “Dios y Patria”.


rafaelduquenaranjo@yahoo.es