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18 jun 2010

El Ingeniero Civil Luis Felipe López Muñoz: Investigador, Profesor y Tratadista de la Guadua.


Autor Rafael Duque Naranjo.

En efecto, según sus compañeros de universidad, nadie como el “Chaman López” ha estudiado, investigado y escrito tanto alrededor de la guadua como éste joven profesional que ya completa catorce años inmerso en la historia, las propiedades y el modo de utilizar la guadua, ese pasto gigante y majestuoso del vaivén del viento y del paisaje que habita en nuestras vertientes, que tiene altura de iglesia y que forma parte del proceso cultural paisa para construir viviendas de bahareque, paredes enchinadas y formar canaletas cuando otrora corría el agua campesina constante y transparente sin necesidad de tubería.

Cuando le pregunté a Luis Felipe el porqué de su vinculación con el cuento de la guadua me dijo que todo comenzó por la falta de sillas en el apartamento de estudiante que compartía con su compañero de universidad Carlos Fernando “Nano” Bonilla quien le propuso que para solucionar esta situación construyeran unas sillas de guadua.

“En las vacaciones, en pleno diciembre de 1996 - narra Luis Felipe - cortamos las guaduas en la finca “La Quiebra” de mi papá y nos quedaron más ampollas que dedos porque nunca en la vida habíamos utilizado un machete … Entonces qué hacer con esa guadua, cómo es el proceso de secamiento e inmunización …. Acudí al primer libro que me leí sobre la guadua, el “Manual para construcciones en Bambú”, de Oscar Hidalgo López, de Chinchiná”.

Después de la lectura del libro, Luis Felipe y “Nano” Bonilla, con la ayuda de un carpintero, construyeron la primera silla de guadua y la pusieron en exhibición en la carpintería del papá de “Nano” al frente del almacén de telas de Margarita hasta que cierto día pasó un señor y preguntó por el precio de una sala completa con ese tipo de sillas y a pesar de que le pidieron mucha plata para no venderle resultó que el interesado no objetó el precio y les cogió la caña. Frente a este nuevo reto tuvieron que pasar las vacaciones metidos en la carpintería, chupando polvo y haciendo sillas, para dejar plenamente satisfecho a este primer comprador. Terminaron la elaboración de las sillas, se tomaron en aguardiente la plata producto del trabajo y siguieron sin muebles en el apartamento.

Ya en la navidad de 1997 comenzaron con otro diseño y esta vez hicieron negocio con el dueño de la cafetería de la universidad que quería regalarle a su esposa una sala con sillas de guadua, no sin antes caer en cuenta que la mujer de éste era también compañera de estudio de ellos y que al darse cuenta del anticipo de plata de su marido a “ese par” montó en cólera hasta el día 8 de enero de 1998, fecha en que entregaron el trabajo y “esa mujer se puso feliz” y el buen chisme corrió por todas las aulas de la facultad de ingeniería de la Universidad Nacional de Manizales.

A la altura del quinto semestre ya corría por la mente de nuestro investigador la decisión de un trabajo de grado sobre la guadua y el tiempo seguía andando hasta que al terminar el séptimo semestre debido a una incontrovertible “tusa” o crisis sentimental, concibe la idea “más trascendental” de su vida, recorrer Suramérica durante seis meses vendiendo collares en los andenes e ingresando entonces a ese curso superior y vital de aventura, al sarampión necesario que produce el paradigmático Che Guevara cuando a su misma edad de 22 años le dio por lo mismo; conoce el Cuzco, la milenaria ciudad de los Incas en el Perú y se establece temporalmente en una aldea llamada Pisaq donde aprende con una brasilera y unos artesanos argentinos a fabricar collares para sobrevivir y seguir viajando hasta la Patagonia.

Después de llevar mucho más de 10.000 kilómetros conocidos bajo la planta de los pies, Luis Felipe regresa a Sevilla un día de diciembre de 1998 y como si las fuerzas fatales de la naturaleza se pusieran de acuerdo para lograr el objetivo de una simple tesis sobre la sismoresistencia del bahareque aparece el terremoto de Armenia aquel fatídico 25 de enero de 1999.

En febrero de 1999, Luis Felipe inicia su octavo semestre en Manizales y nos dice:

“Yo sigo con mi cuento de la tesis de la guadua y buscando encuentro a Felipe Silva, un compañero pastuso con ganas de jalarle al proyecto y con computador…… empezamos a diseñar piezas hechizas sin director de trabajo hasta que me encuentro con el arquitecto Jaime Mogollón, quien me manda hablar con Jorge Eduardo Hurtado, mi primer profesor y el mismo que se había negado inicialmente a dirigir la tesis por costosa …… cuando le entrego mi propuesta a Hurtado sonríe y me dice que es igual a la investigación que está por realizarse financiada por el Banco Mundial y avalada por la Asociación Colombiana de Ingeniería Sísmica, entidad que tiene como función establecer todas las normas de construcción en Colombia con el respaldo de la Ley 400 de 1997”.

Finalmente, el trabajo de Tesis de Grado sobre la Guadua presentado por Luis Felipe López Muñoz y Felipe Silva fue terminado en octubre del año 2000 y ha sido reconocido en Colombia e internacionalmente por la comunidad universitaria y por diferentes especialistas; además se inicia con dos meritorias distinciones: 1ª.- Mención Meritoria otorgada a la Tesis por los Jurados Calificadores, y 2ª.- Primer Tesis de Grado de la Universidad Año 2000.

Desde entonces, nuestro investigador y tratadista, entra al lugar de las grandes ligas de la guadua y comienza a repetirse su nombre en cuanto evento se lleve a cabo sobre ese pasto gigante. En 2001 asiste al Congreso Mundial del Bambú en Guayaquil y ya es suficientemente conocido en INBAR, Red Internacional para el Desarrollo del Bambú y el Ratán (Mimbre), una organización que es la “FIFA” de la guadua y que es manejada por los chinos.

Luis Felipe López es nieto de Rogelio López Ocampo, un comprador de café que llegó a Sevilla apenas de seis años, traído de Chinchiná, por sus padres Crescencio y Benilda, y establecido en la vereda de Palomino donde inicialmente monto una fábrica de velas de cebo para después ubicarse en el pueblo, comenzar a comprar café y pasilla y casarse con Ofelia Ruiz, hija de Don Pablo Ruiz, dueño de “La Olga” y otras fincas cafeteras.

Los muchachos de entonces, de mitad del siglo pasado, todavía recordamos el flamante Ford de color rojo modelo 1953, la berlina particular, más ostentosa y brillante de último modelo llegada al municipio en esos bellos tiempos.

Por el lado materno, Luis Felipe López Muñoz, es nieto de Noé y Amalia. Noé Muñoz había comenzado como ayudante de granero cuando el mercado infalible de todos los sábados se armaba con toldos en la Plaza de la Concordia, después compró un taxi y posteriormente se dedicó a vender repuestos de carro para terminar como propietario del Almacén “El Repuesto” con sucursales en Caicedonia y Zarzal.