Autor Rafael Duque Naranjo
El investigador social Nelson Ortiz Osorio, notable profesor del Colegio General Santander y autor de obras de pedagogía, le dio en 1999 por escribir la “Historia Musical de Sevilla”, el único libro sobre nuestra música tutelar, Premio Jorge Isaac de
El folklore, esa voz inglesa creada por William Jhon Thoms en 1846 y ya generalizada en todo el mundo por su valor etimológico: Folk = Lo popular, Lore = Lo tradicional, nos está indicando que la obra de Ortiz Osorio ha investigado las fuentes de la creación musical sevillanista desde su fundación y a través de sus múltiples expresiones artísticas durante los últimos cien años.
Ortiz nos muestra que a partir del 3 de mayo de 1903, la plaza principal de la naciente Sevilla, fue el espacio de socialización de colonos y primeros pobladores donde comenzaron a celebrarse los primeros espectáculos públicos, fiestas de conmemoración, corridas de becerros, eventos políticos y mercado popular; indiscutiblemente el jolgorio, la música y la canción aparecieron no solamente para la diversión sino también para el acompañamiento de los actos religiosos. El 21 de Junio de 1908 – nos cuenta Antonio María Gómez en su Diario – durante la procesión de Jesús Nazareno más de mil personas, incluidas las dos únicas escuelas con sus 180 niños, desfilaron al compás de la música de “un tambor y sendas guitarras y tiples”.
Pero lo mejor de la obra de Ortiz Osorio es la historia de Don Senito Aguirre y
Senito Aguirre y la banda de sus hijos, desde su aparición en el pueblo, amenizó todos los acontecimientos de alguna importancia que se presentaron en la naciente aldea, tales como la llegada del agua el 12 de Noviembre 1912, a la plaza principal, hoy plaza de
Echeverri Carvajal nos cuenta que “durante las presentaciones de Senito todo el mundo estaba que no cabía de la dicha”. La banda musical de Senito y sus hijos fue el primer conjunto de banda de música soplada que llegó a Sevilla y que le costó a Echeverri una pela de su papá porque lo habían mandado al pueblo por unas velas y se quedó embelesado al pié de los músicos hasta cuando se acabó la función casi a la madrugada.
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