Autor Rafael Duque Naranjo
El Deportivo Juventud 1965 de Sevilla (Valle) estuvo integrado por los 13 jugadores que aparecen en la foto, a saber: Henry González, Absalón Parra, Álvaro Giraldo, Jaime Parra, Orlando Peña, Luis Aguirre, Alonso de la Cruz, Enrique Madrid, Augusto Hernández, Fernando López, Mario Rodríguez, Norbey Morales y Julio César Suaza. Aunque no soy partidario de la picaresca sevillana que le pone apodos a todo el mundo, voy a citar algunos sobrenombres de los futbolistas mencionados y al que le caiga el guante que se lo chante: Alhucema, Parrita, Píldora, Finao, Cuis, Profe, Pelusa, Cosiaca y Cosecha.
En toda la esquina de la primera cuadra de la Calle Real desde hace por lo menos cien años se encuentra el tradicional “Club Social” de Sevilla. Un corredor abierto al aire libre, enchambranado con disfrute del paisaje urbano por todos los lados, nos muestra lo más fino y original de la arquitectura sevillana y hoy se llama “Casa Los Alpes”.
La “Casa Los Alpes” nació gracias a la visión tutelar de Clarita Jaramillo González, quien estableció allí un Restaurante – Museo, bajo esta sentencia permanente del recuerdo: “La nostalgia de ayer con los amigos de hoy”.
Clarita Jaramillo aparece aquí con Carlos Arturo Martínez, Secretario de Turismo del Municipio de Sevilla.
El viernes 25 de febrero de 2011, la Policía Nacional se tomó fraternalmente la ciudad con el lema: “Usted es nuestra razón de Ser”.
Gracias también a la Policía Nacional por la interesante promoción para prevenir y denunciar sin miedo el secuestro y la extorsión al Número 165.
Gracias, muchas gracias, a nuestros amigos, las jóvenes unidades de la Policía Nacional.
Hugo Arboleda y Lucero Campuzano terminan de disfrutar el almuerzo de “Casa Los Alpes”.
El Edificio de tres pisos de don Pablo Ruiz fue construido en 1948 por este notable empresario que fue dueño de una tenería en “El Popal” y padre de Raúl, Horacio y Hernando Ruiz.
En la esquina de la Calle Real de Sevilla (Valle) con la Carrera 49 se encuentra la casa de don Bernardino Ocampo y su señora Esther Tamayo. Don Bernardino era todo un patriarca de bigote cultivado que tuvo veintitrés (23) hijos con la noble matrona Doña Esther y aún viven algunos de sus hijos como Gilberto que ya cuenta con 93 años, Jaime de 74 y Alfonso de 73. Algunas de las muchachas, sus hijas, ya pasan de los sesenta. Esta bella casa fue construida en 1915 y siempre ha sido habitada por la familia Ocampo Tamayo. Recuerdo cuando en los bajos de la casa, don Ángel Ospina tenía la peluquería donde se hacía motilar mi papá y enseguida quedaba la tienda y la lechería de don Benjamín Quintero donde mi mamá me mandaba a comprar la leche que venía diariamente de la tierra fría en bueyes cargados con canecas.
Al frente de don Bernardino, en la otra esquina, tenemos la casa de don Eduardo Arcila y doña Rosalía Díaz. Don Eduardo llegó con su familia desde El Jardín (Antioquia) y se estableció en Sevilla con un almacén de telas que se llamó “El Salón Rojo”. Sus hijos fueron Jorge, Hernán, Beatriz, Margarita, Liliam, Eduardo, Fabio y Jaime Arcila Díaz, éste último notable compositor.
En el segundo piso de esta construcción se encuentra con toda la luz del día y abierto a los dulces vientos de Sevilla éste restaurante paisa circundado de flores.
El Hotel Sevilla, una sociedad anónima de sevillanos administrada por los cafeteros y la administración municipal y abandonada por los accionistas necesita una mano de restauración y de pintura.
Los tres tubos de encabe donde nunca hemos visto las banderas de Sevilla, el Valle y Colombia, muestran la mugre que ha dejado el agua y el tiempo, y la falta de pintura.
“Marulo”, el mismísimo Javier Marulanda, publicó un artículo alrededor de una de mis incursiones de redactor, ésta vez según él, del paso que di, de librero a historiador, en la historia de nuestra región, cuando los españoles pasaron por éste territorio exterminando indígenas.
Agradezco los conceptos de “Marulo”, un sevillano que se parece en figura y pensamiento a Sábato, ver fotografía y entender que Marulo como Sábato, es Anarcocristiano, un anarquista en el mejor sentido de la palabra, no como creen algunos que es el que pone bombas, sino el que pone a pensar a una sociedad por el camino de la paz y la libertad, y cristiano porque los evangelios aún conservan los valores del maestro que fue crucificado por defender los pobres y los humildes.