Autor Rafael Duque Naranjo
La historia del municipio de Sevilla en el nororiente del departamento del Valle del Cauca, arranca desde la tribu de los Burilas, sus anteriores pobladores, y según las crónicas de la época, la última población indígena al Norte del Valle en las barrancas del río Bugalagrande.
Sevilla está situada a 4 grados 16 minutos de Latitud Norte y 75 grados 57 minutos de Longitud Oeste de Greenwich. Por razones geográficas y culturales, su territorio pertenece a la región del Quindío; aunque administrativa y políticamente, corresponde al Departamento del Valle. Su cabecera municipal tiene 1627 metros sobre el nivel del mar y su clima es templado (20º. Centígrados).
José Cardona Hoyos, prologuista de una vieja monografía de Sevilla escrita por José Dolores Muñoz y Ricardo Esponda, advierte que “los sevillanos somos muy amantes de nuestro terruño y muy inclinados por ello a platicar sobre él en rudo lenguaje o en idioma luminoso con más tendencia a la cálida loanza que al examen sereno de sus orígenes, su rumbo y su probable destino”. En vista de lo anterior, no entraré para contar la historia de mi pueblo, ni con el “rudo lenguaje” ni con “la cálida loanza” de mis paisanos, mejor comenzaremos por sus orígenes.
Los primeros habitantes de éstas tierras de Sevilla y Caicedonia pertenecían a la tribu Burila, descendían de los Pijaos y llevaban el nombre de Burila (o Bulira) porque era la denominación que se le daba a la existencia de una fuente salada en la vereda de Cumbarco.
Durante la conquista española, estas tribus, junto con Quimbayas, Carrapas, Pozos y Bugas; fueron exterminadas por la ambición sangrienta de los conquistadores españoles que buscaban el oro.
Hacia 1541, subordinados del Mariscal Jorge Robledo fueron los primeros en arribar a estas tierras. El Capitán Miguel Muñoz pasó por aquí con su gente; venía procedente de la recién fundada ciudad de Cali y alcanzó a llegar hasta un río al norte de éstas tierras donde encontraron según Fray Pedro Simón en sus Noticias Historiales “una vieja de más de cien años tan adornada de oro fino que parecía querer suplir con la hermosura de aquel metal lo que sus años le habían quitado”, desde entonces aquel río se viene llamando Río “La Vieja ”.
En 1603, incursionó en la región el Capitán Bocanegra, un experto conquistador que reclutó cien hombres en Popayán, Cali, Buga y Cartago; y desde el río La Paila y con el Capitán Diego de Medina las emprendió contra los Burilas.
Tulio Enrique Tascón nos cuenta en su “Historia de Buga” que Bocanegra y Medina “quemaron todas las rancherías de los Burilas, cortándoles todos sus árboles, plátanos, frutas, palos de bija, arrancándoles todas las comidas, raíces y legumbres, sin dejarles ningún género de mantenimiento”.
Aquí nos encontramos con la confirmación teórica del planteamiento de la Dra. Nancy Barrera Marín, decana de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional en Palmira, que dice: “Para destruir a las comunidades los invasores empiezan por acabar con las fuentes de la seguridad alimentaria.”
La compañía latifundista Burila. Por una Cédula Real de 1641 que concedía tierras en la provincia de Popayán, los hermanos Juan Francisco y Juan Jacinto Palomino, obtuvieron el dominio de 152.000 hectáreas comprendidas entre Bugalagrande y el Páramo del Quindío, incluyendo los actuales municipios de Sevilla, Zarzal, Caicedonia, Génova, Pijao, Córdoba, Calarcá y Armenia. Los títulos de estas tierras posteriormente llegaron a manos de los hermanos Lisandro y Belisario Caicedo, quienes el 24 de noviembre de 1884, constituyeron ante el notario de Manizales la Compañía “Burila” con los accionistas Manuel María Grisales, Castor Jaramillo, Víctor Cordobés, Marcelino Arango, Alfonso Robledo, Miguel Latorre, Simón López, David R. Ceballos, Jesús Montes, Norberto Gómez y Lázaro Saravia.
El gerente de “Burila”, Daniel Gutiérrez Arango, hace de las suyas y se establece en los llanos de Cuba, paraje situado entre Sevilla y Caicedonia. Desde allí emprende el negocio de la venta de tierras mientras llegaban oleadas de colonos antioqueños estimulados inicialmente por la producción aurífera y después por las extensiones de los baldíos para sembrar cultivos de pan coger y de café sobre los que recaerían las ambiciones de los empresarios de tierras como los accionistas de Burila que la emprendieron contra los colonos para despojarlos de sus tierras mediante acciones violentas, contratos leoninos y toda clase de artimañas jurídicas.
Los colonos por intermedio de Don Heraclio Uribe Uribe lograron la visita del Ministro de Obras Públicas de entonces, quien era el encargado de los asuntos de tierras, para que el alto funcionario se percatara de la actitud hostil de las autoridades locales y los latifundistas. Don Heraclio, influyente benefactor, colonizador de la región, fundador de Sevilla en 1903, además hermano del General Rafael Uribe Uribe, se mantuvo en abierta pugna con los intereses de la Compañía Burila hasta que en 1939 un Juez de Tulúa dictó auto invalidando los derechos de la compañía. Las fechas de fundación de las poblaciones de la región del Quindío son: Filandia (1878), Armenia (1889), Circasia (1889), Montenegro (1892), Sevilla (1903), Tebaida (1905) y Caicedonia (1910).
El poema de César Conto.
-César Conto fue uno de los más importantes liberales radicales caucanos y quien enfrentó de una manera más directa a los hacendados esclavistas dirigidos por Julio Arboleda y el sector mosquerista del liberalismo. Conto recorrió la región de Cumbarco como principal agente del radicalismo dirigido por Don Manuel Murillo Toro y participó activamente en la guerra de 1860 cuando al mando de sus tropas y en pleno páramo de Yerbabuena o Barragán se inspiró ante lo impresionante del paisaje. Su poema comienza así:
CUMBARCO
Heme aquí coronado la alta cumbre
del Ande, del gigante americano
que alza majestuoso
de un vasto continente soberano,
anunciando a los mundos su grandeza
con el ronco estridor de sus volcanes,
que repercuten uno y otro océano.
Cesar Conto fue presidente del Estado Soberano del Cauca y durante su mandato se rodeó de jóvenes de mucha importancia intelectual como Jorge Isaacs y Modesto Garcés con quienes debió enfrentar la ofensiva de los conservadores. En febrero de 1885 asistió al Congreso Postal de Lisboa, donde se discutieron las condiciones de ingreso del país a la Unión Postal Universal. En 1886 fue reemplazado en su cargo y regresó clandestinamente a Colombia, pues el presidente Rafael Núñez se había dedicado a reprimir a los liberales y en especial a los radicales.
La colonización antioqueña se inició al finalizar el siglo XVIII cuando se produjo una baja en la producción de oro en Antioquia, al tiempo que las tierras disponibles no eran suficientes para satisfacer las necesidades de la población, un gran número de familias comenzó a emigrar hacia el sur y a colonizar mejores tierras que eran de propiedad de unas pocas familias. En esa época fueron fundadas las poblaciones de Sonsón (1797), Abejorral (1808) y Aguadas (1814), y como siempre, los colonos se encontraron con la Concesión Aranzazu , una compañía latifundista que incluía todas las tierras al oriente del río Cauca entre la quebrada de Arma y la de Chinchiná, formándose una feroz lucha con incendios y asesinatos entre colonos y la Compañía González y Salazar, sucesora de los títulos de Aranzazu. Fueron fundadas entonces Salamina (1825), Pácora (1830), Neira (1843), Santa Rosa de Cabal (1844), Manizales (1848), Pereira (1863) Quinchía (1886).
Igualmente, familias de Envigado y Medellín, a finales del Siglo XVIII, iniciaron la migración hacia el suroeste del departamento de Antioquia y tenemos fundadas a Titiribí (1775), Fredonia (1829), Concordia (1848), y en 1865: Valparaíso, Támesis, Bolívar, Jericó y Jardín.
De otra parte la colonización antioqueña logró extenderse hacia el departamento del Tolima y fueron fundadas, entre otras, las poblaciones de Fresno (1856) y El Líbano (1860).
…Segunda parte próximamente…