El padre de la filosofía hermética fue Hermes Trimegisto, fundador de la astrología y descubridor de la alquimia. Los detalles de su vida se han perdido para la historia debido al inmenso espacio de tiempo transcurrido desde entonces. De la astrología ha derivado la Astronomía moderna, de la alquimia ha surgido la Química de nuestros tiempos y de la psicología mística, la Psicología de hoy en día. La fecha de su nacimiento se desconoce, los griegos lo llamaban “Hermes”, dios de la sabiduría.
Los egipcios hicieron de él también uno de sus dioses, bajo el nombre de “Thot”, pero se ha dicho que fue contemporáneo de las más antiguas dinastías de Egipto, mucho antes de Moisés.
El Kibalion, obra de Hermes Trimegisto, contiene todas las enseñanzas herméticas que se encuentran en todos los países y en todas las religiones, pero nunca identificadas con algún país o religión en particular.
Hermes Trimegisto es el común denominador de los fundadores de religión que hoy perduran: Moisés, Jesús, Confucio, Buda y Mahoma. Ellos orientan en la actualidad el espíritu y la mística de la humanidad.
Cuando el Emperador Constantino se convirtió al cristianismo por los consejos de su mamá e hizo canonizar a ésta con el nombre de Santa Helena mandó bautizar sus legiones con baldados de agua. Constantino al mezclar filosofía con teología hizo perder a la iglesia cristiana alguna parte de su verdadera esencia y espíritu. Hoy en día después de tantos siglos la iglesia cristiana está tratando de aproximarse a sus antiguas enseñanzas.
Los grandes pensadores de la Edad Media, alquimistas y mujeres inteligentes eran perseguidos a sangre y fuego por los teólogos de la época que sólo veían en ellos y ellas, demonios y brujas.
Los seguidores de Hermes Trimegisto de todos los tiempos no buscan nunca la aprobación popular, ni acaparan gran número de prosélitos porque saben de sobra cuán pocos hay en cada en cada generación de recibir y reconocer la verdad, ellos no desean ser mártires, prefieren permanecer retirados, silenciosos y sonrientes frente a la horda de los bárbaros del griterío del odio que aún claman: Crucifícalo…. Crucifícalo….
Y como nada hay en el entendimiento que primero no entre por los sentidos, he aquí algunas máximas de Hermes Trimegisto:
“Los labios de la sabiduría permanecen cerrados excepto para el oído capaz de comprender”.
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