Geológicamente, el Valle del Cauca, éste pedazo de territorio formado remotamente cuando la tierra estaba transformándose, fue un gran lago que se desaguó por el norte y nos quedó como resto de él, el cauce profundo y anegadizo del río Cauca.
También por aquellas edades los grandes bosques de plantas resinosas fueron sepultados en las cordilleras y hoy vemos la gran riqueza de carbón mineral que guarda nuestra cordillera occidental en su paso por el fecundo valle.
Nos cuenta el historiador Alberto Silva Scarpeta, que la alborada de la especie humana en la América del Sur debió ocurrir hace 12.000 años y que al realizar los trabajos de remoción de tierra para la construcción del Aeropuerto Internacional de Palmaseca en Palmira, las retroexcavadoras pusieron a flor de superficie los restos de un mastodonte que vivió hace más de 10.000 años.
Estos restos de fósil junto con proyectiles de piedra, molares y costillas de otros mastodontes encontrados en diversos sitios del Valle del Cauca, reposan en el departamento de Biología de la Universidad del Valle. Son mudos testimonios de la vida de cazadores que practicaban esos agrestes vallecaucanos.
Históricamente, estas tierras tan bellas y tan fértiles fueron naturalmente habitadas por el hombre y los primitivos habitantes del Valle del Cauca se localizaron en el Valle del Río Cauca, en las laderas montañosas de las cordilleras Occidental y Central y en los alrededores de lo que hoy es Buenaventura.
Los territorios actualmente ocupados por la ciudad de Cali y el Departamento del Valle del Cauca estaban habitados por los pueblos indoamericanos pertenecientes a la gran familia caribe y fueron asiento de tribus las indígenas ya citadas como los Jamundíes, Lilíes, Gorrones, Bugas, Calimas, Quimbaya, Pijaos y Burilas.
LA LEYENDA DEL CACIQUE PETECUY.- El gran valle de los Lilíes estaba dominado por el cacique Petecuy y su hija Nanine. De los farallones descendían seis ríos, hoy llamados Jamundí, Pance, Lilí, Meléndez, Cañaveralejo y Cali que desembocaban en el río madre llamado Caucayaco, nombre indígena del río Cauca que atraviesa la región de sur a norte.
Al sur vivían los indios Jamundíes y Pances; al oriente, los indios Malagana; al norte, habitaban los indios Yumbos; al occidente, en las estribaciones de los cerros, tenía asiento Petecuy, que, según la leyenda había ganado su cacicazgo en una carrera con innumerables y peligrosos obstáculos por entre bosques, desfiladeros, ríos y matojos que duró dos días con sus noches y que también le dio derecho a tomar por esposa una bella doncella de la mejor familia.
Según el profesor Miguel Camacho Perea, historiador y educador vallecaucano, autor de la obra “Geografía e Historia del Departamento del Valle del Cauca”, Petecuy “tenía como adornos más de cuatrocientos cueros de indios colgados en horcones, llenos de ceniza, cuya carne había sido su manjar favorito. Todas estas tribus se alimentaban también de carne humana, eran antropófagos y se comían a los enemigos vencidos, les sacaban la piel para mantenerla como trofeo y la disecaban con ceniza. Tenía entre ellos más mérito el que más gente hubiera matado.
Los hombres y las mujeres llevaban clavos de oro retorcidos que les atravesaban las narices, los cuales llamaban “caricuris”.
Eran generalmente agricultores y cultivaban los productos comunes a estas tierras tales como el maíz, la yuca, el cacao y la papa.
También eran pescadores y en sus cercados tenían domesticados algunos animales como dantas y pavos. Los hombres se cubrían por delante con manta pequeña de algodón y las mujeres llevaban manta de algodón que las envolvía de la cintura abajo, como las faldas de hoy.
Estas tribus “escaramuzaban”, es decir, jugaban a la guerra como hoy lo hacen los muchachos. Las “escaramuzas” eran luchas, verdaderas batallas que se hacían en los días de fiesta. Se repartían en dos grupos armados, se tiraban como enemigos y pasaban toda una tarde en tremenda pelea de donde salían algunos muertos y otros mal heridos. No había penas para el que mataba en “escaramuzas” y esas muertes como eran en juegos de guerra no ocasionaban enemistad.
Algunas tribus se mantenían haciendo la guerra a las tribus vecinas; otras, eran pacíficas y hasta sibaritas, pues preferían vivir solazándose en las orillas del río Cauca, comiendo pescado ahumado que asaban en barbacoas, fumando tabaco y amando a las indias.
LOS CALIMAS.- Los calimas habitaron en la región occidental del Valle del Cauca. Las excavaciones, estudios y hallazgos indican que la región estuvo densamente poblada y que fue un importante centro de orfebrería, puesto que sus habitantes conocieron avanzadas técnicas para el trabajo del oro.
Según parece, el fácil acceso al Valle del río Cauca y a la costa Pacífica, convirtió esta región en centro de intercambio indígena.
Los calimas poblaron la región desde el año 1600 antes de Cristo hasta la llegada de los conquistadores. Los calimas constituían grupos de personas que vivieron allí durante diferentes períodos de tiempo y debido a las similitudes existentes en los restos arqueológicos de las diferentes tribus de esta familia se ha establecido que la cultura Calima tiene tres períodos de su existencia conocidos como Llama, Yotoco y Sonso, a saber:
1º.- El período Llama se extiende desde el año 1600 antes de Cristo hasta el año 200 después de Cristo. Durante este período la principal característica que lo distingue es la creación de cerámicas con imágenes que representan la vida cotidiana de la gente común, los animales que vivían con ellos y las criaturas ficticias mitad humanas y mitad animal.
2º.- El período Yotoco comenzó alrededor del año 200 antes de Cristo hasta el año 100 después de Cristo. Este período es fácil de reconocer por muchos objetos encontrados en los últimos años que comparten en común la utilización de los colores negro, rojo y naranja. También es común encontrar vasijas de barro con formas de aves o ranas.
3º.- El último período distinguido como Sonso, comenzó a partir del año 100 de nuestra era hasta la llegada de los conquistadores en 1536; y la principal característica distintiva de este período es la creación de los vasos o vasijas de barro que poseen tres asas.
Otra característica que apoya la importancia de esta cultura en otras áreas que rodean sus tierras es la nueva evidencia que apoya la existencia de caminos que van en todas las direcciones que conectaban a los calimas con otras culturas de la época.
Los pobladores de la cultura Calima cosechaban principalmente el maíz y complementaban su dieta con pescado y aceites. Su organización social estaba formada por tribus gobernadas por un Cacique.
Practicaban la poligamia que consistía en tener una esposa primaria y esposas secundarias. Las mujeres desempeñaban un papel muy importante en esa sociedad ya que intervenían en las actividades agrícolas y también en la guerra. Los Calimas son conocidos principalmente por sus trabajos en oro que se caracterizan por su gran tamaño y una decoración excesiva.
La habilidad en las cerámicas y los objetos elaborados por los calimas gustan mundialmente, basta mirar los ojos de sorpresa y admiración que ponen los turistas extranjeros y nacionales cuando se encienden las luces del Museo de Oro de Bogotá y aparecen con su extraño, maravilloso y fascinante
MUNICIPIO CALIMA DARIEN (VALLE DEL CAUCA).- La fundación de Calima Darién se pierde en los tiempos de la historia pues su territorio fue habitado por la cultura Calima.
El municipio propiamente dicho fue fundado por colonos antioqueños, caldenses y vallecaucanos en el mes de agosto de 1907. El Calima tiene una extensión de 1.154 kilómetros cuadrados y curiosamente su área urbana se llama El Darién, de allí su nombre Calima Darién.
El municipio fue creado por la Asamblea Departamental del Valle del Cauca según Ordenanza No.49 de 1939. En sus predios se encuentra la hidroeléctrica Calima I y el bello y turístico Lago Calima rodeado de viviendas campestres.
El Museo Arqueológico Calima situado en la calle 10 No.42-52 consta de amplias y acogedoras salas de exposición, proyección de videos, laboratorio de arqueología y prácticas para estudiantes y universitarios.
Textos e Ilustración: Rafael Duque Naranjo
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